
La progresiva desindustrialización de las ciudades, ya sea por cambios en las normativas de protección ambiental -en términos de ruido y emisiones- o por el aumento del valor del suelo, ha provocado un sistemático desplazamiento de los edificios fabriles hacia la periferia de los conglomerados urbanos. Por este motivo, numerosas naves industriales han quedado vacías y obsoletas, perdiendo sus funciones originales. Por sus dimensiones, grandes luces, flexibilidad e indeterminación espacial, sin embargo, estos edificios suelen presentarse como espacios oportunos para llevar adelante refuncionalizaciones que permitan la incorporación de nuevos programas.
Esto ya sucedió, por ejemplo, en Nueva York, donde la crisis de los años sesenta provocó que muchas pequeñas fábricas y almacenes de sectores como el SoHo quedaran abandonados. Estos espacios fueron adaptados a viviendas por diversas personas -impulsadas por el bajo costo de alquiler-, entre ellas artistas que necesitaban grandes espacios para trabajar -como el emblemático caso de Warhol, que montó su vivienda y taller en una fábrica de sombreros de Nueva York a la que bautizaría The Factory-.
